LA INAUGURACIÓN DEL MUSEU DEL ROCK REÚNE A ESTRELLAS COMO LOQUILLO, SANTIAGO AUSERÓN, MANOLO GARCÍA Y RAMONCÍN



Aglomeración en Las Arenas. Gente toreando colas ante las escaleras mecánicas y los ascensores para acceder al mirador de 360 grados del último piso. Una planta más abajo, Jordi Tardà montaba su propio atasco para inaugurar el Museu del Rock. En su caso, un embotellamiento fenomenal porque entre los más de 400 invitados estaba la flor y nata del rock & roll nacional: Loquillo, Santiago Auserón (ahora Juan Perro), Carlos Segarra (Los Rebeldes), Ramoncín, Manolo García, Pep Sala, los miembros de Sidonie y La Companyia Elèctrica Dharma… Y Marky Ramone, de los Ramones, que cambió los vuelos para regresar a tiempo desde Costa Rica, donde había actuado dos días atrás.


Casi todos ellos habían aportado objetos personales a las vitrinas de este espacio. Guitarras, discos, sombreros, ropa, carteles… Los mitómanos como el Mag Lari disfrutaban de lo lindo. El ilusionista, por ejemplo, babeó ante las piezas de Michael Jackson, del que es uno de los mayores coleccionistas de España; lo que daría por tener en su casa una chaqueta roja que lució durante la grabación de Bad (1987); se consoló recordando que ya tiene más de 1.000 piezas del rey del pop.





U2 acaparaba la macropantalla de la sala principal con uno de sus conciertos. Apareció el periodista Manel Fuentes, rockero de pro; y ya que no acudió Bruce Springsteen -de Tardà se puede esperar cualquier cosa-, qué mejor que su imitador más popular. Joan Laporta -del que también se puede esperar cualquier cosa-, apenas se separó de su nueva pareja, el candidato de ERC a la alcaldía de Barcelona, Jordi Portabella, pero tuvo un momento para saludar a Loquillo y a Ramoncín. Mientras, Fede Sardà, dueño de Luz de Gas, sonreía a los chicos que daban color al sarao disfrazados de Elvis Presley y Alice Cooper, y Carme Ruscalleda y su marido, Toni Balam, admiraban las vitrinas de cada sala del recinto.



La Banda del Museu del Rock (los Smoking Stones, émulos de Mick Jagger y compañía desde hace lustros) se estrenó con su primer concierto. Como no podía ser de otro modo, el repertorio, sugerido por Tardà, fue un festín de clásicos en el que no tardó en sonar Satisfaction.



La actuación acabó con una sorpresa que debería haber sido grabada para ser proyectada en el museo durante los próximos años: Carlos Segarra improvisando Johnny B. Goode, de Chuck Berry.