Con una ridícula idea de justicia social, una fría noche de 1985 las superestrellas del pop creyeron que podían salvar el planeta.
Por: Nicolás Artusi
Unidos en sus cabeceos casi espásticos, Ray Charles y Stevie Wonder intentan seguir el ritmo a ciegas; con inocultable fastidio, la mueca de Bob Dylan trasluce la sensación íntima de desubique ("¿qué hago yo acá?") y, ya ungido como Rey del Pop, Michael Jackson les canta a los pobres en zapatitos de charol, medias con lentejuelas y envuelto en oropeles: anoche se cumplieron 25 años de la grabación de la supercanción benéfica We Are the World y, mientras Lionel Richie y Quincy Jones se proponen repetir el gesto ahora por las víctimas de Haití, el aniversario celebra una de las páginas más brillantes y ridículas de la cultura pop.

El 28 de enero de 1985, los estudios A&M de Hollywood asistieron al más increíble desfile de celebridades: además de los ya mencionados, Bruce Springsteen, Tina Turner, Diana Ross, los Jackson Five, Billy Joel, Paul Simon, Dionne Warwick, Cyndi Lauper, Kim Carnes, Willie Nelson, Kenny Rogers y Quincy Jones, entre muchísimos otros, se trasladaron desde la entrega de los American Music Awards a la grabación de un tema cuyos beneficios serían a favor de los hambrientos de Etiopía. Recién apeados de sus limusinas, el mito dice que lo primero que vieron fue un cartel colgado en la puerta del estudio A: "Por favor, dejen sus egos en la entrada". Aun en el acto solidario, habían ido con sus mejores ropitas y afeites. "Muchos artistas que compitieron un rato antes se reunían como compañeros por una misma causa", se conmovía la actriz Jane Fonda en el programa especial de TV que documentó la cumbrecita: "Para las 20.30, los estudios A&M se habían convertido en la capital de la música popular norteamericana".

La módica gesta había empezado unos días antes, cuando Michael Jackson y Lionel Ritchie se reunieron en la mansión donde el Rey vivía todavía con sus padres para escribir We Are the World, una canción insoportablemente edulcorada que rezaba "somos los que podemos hacer un día más brillante/ así que empecemos a dar". La idea de recaudar fondos para la asociación USA for Africa había sido del crooner afro Harry Belafonte, que acudió al custodio de todas las causas justas y urgentes: el irlandés Bob Geldof (que después patentaría el filón con los megafestivales Live Aid y Live . "En realidad, el 99 por ciento de la letra fue escrita por Michael, pero él nunca sintió que fuera necesario aclararlo", denunció la hermana real LaToya en La magia, la locura, la historia completa, la voluminosa biografía del astro. Una semana después, los 45 artistas convocados se disponían a grabar la canción y el video donde todos se abrazaban en beatífico gesto. excepto Michael, que fue filmado aparte y ensamblado en posproducción, con un plano que empieza en sus pies y termina en su rostro apenas beige, ya intervenido por hectolitros de maquillaje y las primeras cirugías: "La gente sabe que soy yo ni bien ve los calcetines", dijo: "Traten de filmar las medias de Bruce Springsteen y fíjense si alguien sabe a quién pertenecen".

¿Demasiado ego? Ni una palabra para los que rechazaron el convite (Madonna, Prince, Liza, Ozzy) mientras Diana se abraza con Tina o Ray lee braille con Stevie. Y si éste maravilló al llevar a dos mujeres etíopes que dieron testimonio de la hambruna e hicieron lagrimear a los stars, la arenga emocional de Bob Geldof fue más dudosa: "Lo que está sucediendo en Africa es un crimen de enormes proporciones. No sé si podemos imaginar lo que es 'nada': 'nada' es no tener bebida para emborracharse, ni siquiera agua" (¡sic!). El backstage de la grabación (incluido en el DVD) registra el desvelo de las 2.30 AM, cuando los artistas se retocaban para una sesión de fotos de la mítica y extinta revista Life y la fatiga de las 7.30, después de una madrugada intensa en la que unos y otros terminaron pidiéndose autógrafos. Y mientras Jane Fonda celebraba que la iniciativa haya tenido réplicas en Canadá y Latinoamérica, el nostálgico ochentoso habrá recordado la versión criolla y degradada, Argentina es mi lugar, donde Valeria Lynch, Juan "Corazón" Ramón, Leo Dan y Estela Raval, entre otras luminarias, repetían "mi lugar, tu lugar, nuestro lugar/ es aquí, no lo dudes ni un instante", a favor de alguna causa perdida.

Para el 5 de abril de aquel año, 8 mil emisoras de radio de todo el planeta estrenarían el tema en simultáneo, que recaudaría 50 millones de dólares. Las cifras, para el récord o el escándalo: después se dijo que tanto dinero sólo sirvió para proveer de nueve comidas a unos cuantos africanos. ¡Ah, pero quién nos quita la ilusión de aquella noche! Cuando las superestrellas pudieron dormir satisfechas, convencidas de que la música pop puede mejorar vidas anodinas en lo que dure un disco o un concierto, y abrigando la esperanza de que también pueda salvar el mundo.